2.5.20

2 de mayo: yugo o libertad

Los primeros 42 minutos del 2 de mayo de 2020,
42 minutos en que una pluma empieza a escribir libertad.
42 minutos esperando la locura, el desenfreno y el aire puro en que ahogarse... o respirar.

En 5 horas tus pies deberán elegir, qué historia construir con cada baldosa que van a pisar, con qué ropa van a vestir unas sensaciones que jamás volverán a olvidar. 

Miles de opciones en el pomo de la puerta, miles de sensaciones en el botón del ascensor, justo al girar la llave en el patio, la amplitud del caminar sin miedo, la tranquilidad de respirar sin temor.

Habrán quienes salgan en manada, habrán quien los miren con piedad, otros decidirán por la mañana dónde irán por la tarde a merodear, otros ni eso... preferirán esperar a que todo pase, porque ahí fuera es donde reside la ansiedad.

Los habrán que se sientan libres, quienes sientan sus pulmones volver a caminar, a sus piernas volver a latir, y su corazón volver a respirar, como si en un mundo mucho más grande vivieran durante esa hora que nos obligan a disfrutar, como si su universo se hubiese vuelto más brillante, pletórico y bello, ahora abierto de par en par.

Los habrán que no quieran flanquear el dintel de la puerta, esos que prefieran no respirar, los que encuentran la libertad en las paredes de su casa, o los que prefieren el escudo de la soledad, esos que sienten al vecino como una amenaza, y a la vuelta al trabajo una prisión disfrazada de libertad.

Se abrirán las puertas, los latidos y las mentes, liberando ansiedades que no supieron gestionar.
Se cerrarán corazones, ventanas y balcones, esos que no quieren, que prefieren no tener que volver a entrar, sentir ni compartir, vivir en esa envenenada libertad.
Anonadados mirarán las noticias, absortos por esas caras de felicidad, incrédulos ante ese miedo a vivir solos, junto a esa, tu persona, que o te mata o te eleva a otra realidad, que por protegerse ha construido su universo en 42 metros de pladur, cemento y cristal.
Se cerrarán esos corazones, que por no salir prefieren no palpitar.

Pero no cabe la menor duda, que salgas y entres, te quedes y te encierres, corras o ruedes, saltes o pasees, todos los que este día viven serán libres de vivirlo a su voluntad, haciendo ese día garante de nuestra más pura libertad.

Hagas lo que hagas, decidas lo que decidas, solo te pido una cosa: 
Que elijas bien qué opción escoges, porque ese momento, ese aire tan puro, libre de contaminación, estrés y humo, jamás tus pulmones, tu pies y tu alma lo volverán a respirar.

Y no es solo eso, es muchísimo más. 
Aquellos que sientan por primera vez el aire puro su piel acariciar, pensarán que no es el aire, sino su necesidad de libertad, ignorando el regalo de no vivir inmersos en un mundo de polución, ruido, estrés y ansiedad. 
Creerán que lo vivido estos días es un suplicio, los corazones que consigo no saben estar, que necesitan de un aliciente y un hombro amigo, para con ellos mismos evitar a solas dormitar.
Olvidarán que este encierro divino, nos ha regalado un aire puro que acariciar, y por miedo a estar al lado del mejor compañero volverán a contaminar, con avaricia, ansia y dinero como justificantes de todo ese mal, que hacen al entorno y al vecino al que ahora tanto necesitan abrazar.

Sin conocimiento ni razón, esos quieren ocupar, un planeta que libre, hace tiempo que merecía estar.
Delfines nadando libres, ciervos en el centro de la ciudad, tortugas perpetuando la especie, y el aire pudiendo respirar. 
Querer ver a esos delfines, cuando somos lo único que nos priva de ellos, lo único que mata su libertad.
¿Nadie piensa en lo que supone ejercer tu libertad? 
¿Dónde acaba la nuestra? 
Donde otros no la vieron ni empezar.

No pensamos el respeto que merecen, no vecinos, primos ni tíos, sino los seres vivos que matamos, maltratamos y obligamos a confinar.
No se quien es más libre, el que vive destrozando la vida a otros seres, o el que vive encerrado y su bandera es respetar.
Solo espero que el mundo no vuelva a ser el estercolero, de ese virus que es la humanidad.

Por favor, ya está bien de todo este daño, que con ojos cerrados nos hacemos a nosotros mismos, pensando que el dinero es lo único que da la felicidad.
Por favor, abramos los ojos bien abiertos, a golpe de pandemia, confinamiento y soledad. 
Pues nosotros no somos dueños, de este planeta, que ballenas, corzos y cuervos, nos permiten cohabitar, solo huéspedes de unos vecinos a los que amar, proteger y respetar, puesto que todo el mal que le hacemos al prójimo, que sobre el mismo suelo pisa al caminar, revierte sobre nosotros, y lo peor de todo, disfrutamos de destrozarnos sin piedad.

Elige salir, elige quedarte en casa, ante todo elige decidir pero siempre teniendo en cuenta, que ese mundo que vas a ver ante tus ojos, o cambias y cambiamos o no lo volverás a ver jamás.